La silla turca: Los huevos del Perú
Hace unos años, trabajando en el área comercial de un banco peruano, me tocó prospectar a un futuro cliente. Yo tenía muy buenas referencias del empresario, como persona y del negocio que había emprendido años atrás. Un amigo me había referido y en consecuencia las reuniones para iniciar la relación comercial se hicieron en un clima distendido.
Parte del protocolo de gestión comercial era visitar al potencial cliente y conocer su negocio in situ. Es así que luego de acordar la fecha de la reunión, emprendimos la visita muy temprano por la mañana dos colegas míos del banco y el suscrito, hacia al sur de Lima.
El empresario había iniciado la crianza de gallinas poco antes de 1970 y en un inicio, con algo menos de 1000 gallinas y mucho empuje personal, había logrado convertirse en una de las principales empresas productoras de huevos, ampliando su negocio al rubro de cítricos y procesamiento de frutas y exportación. (A la fecha, tiene más de 6 mil trabajadores y exporta varios millones de soles a varios países del mundo. Gestión, 05.09.201)
Hoy por hoy, es un empresario exitoso con excelentes referencias personales y bancarias. En el diario Gestión del 5 de setiembre del 2,019, le preguntan “¿Qué es el éxito? ¿Cómo se mide lo que ha logrado y lo que aún busca obtener de la tierra y de su empresa? Y responde: “El éxito de mi vida no es mi trabajo, sino mis cuatro hijos y el ejemplo que puedo dejar a mis nietos”, a sus casi 80 años “y sin ánimos de pensar en el retiro”.
No sé si mis colegas se acordarán de la anécdota a la que me voy a referir (pero a mí me impacto muchísimo): después de manejar casi dos horas y estando reunidos con el empresario, conversando en un altillo de su casa, un lindo porche, con vista a un amplio jardín, nos invitaron uno de los mejores jugos de mandarina que probé en mi vida, así como unas crocantes y frescas pecanas, todas cultivadas en sus tierras.
Seguramente, tenía muchas personas quienes pudieron traer el jugo y las pecanas, pero las trajo su esposa. Una dama muy distinguida y gentil. Súper atenta con su marido.
El hecho del éxito alcanzado por este empresario, simplemente ha sido la consecuencia de seguramente haber llevado una vida de confianza, en paz, armoniosa, de mucha cercanía y de apoyo en todo el sentido de la palabra, iniciando ello, en su relación de pareja, a nivel familiar, a nivel laboral y seguramente también manteniendo relaciones positivas y virtuosas con sus clientes y proveedores.
Dos reflexiones me hago ahora. La primera es como nos toca este ejemplo, este modo de vida, en lo personal y en lo laboral. La segunda reflexión es de carácter político y de actualidad. Todo resultado es la consecuencia del tipo de relación que se construye. Ya sea entre el Gobierno y la sociedad, entre el Gobierno y el Legislativo, entre los poderes del Estado en general, etc. Por eso, para que una relación sea fructífera y virtuosa, hace falta confianza, tender puentes de diálogo, escuchar, no amenazar, no negociar “con la pistola en la mesa. En realidad, tener temple, decisión, disciplina, luchar por el bien común, alcanzar el éxito. Me hacen recordar al eslogan de la empresa que fue finalmente mi cliente: “Los huevos del Perú”.