Conceptos a corregir en las empresas durante la etapa de reactivación económica ¿En qué nos estamos equivocando?

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Pensar que existe la posibilidad de coexistencia entre una pandemia y una economía sostenible. Economistas a nivel mundial concuerdan que la estrategia que adoptó Suecia de continuar con la normalidad ha producido un resultado más que desastroso, el país no sólo tiene uno de los índices de mortalidad per cápita más altos del mundo, sino que económicamente se proyecta que sufrirá entre un 6 y un 7 por ciento de decrecimiento del producto interno bruto este año y el desempleo podría alcanzar el 10 por ciento, una cifra igual o peor que la de otros países de Europa.

Subestimar al trabajador de menor nivel. Muchas veces el sector privado tiene de la idea errónea de considerar que el obrero o el trabajador de planta es menos esencial para el funcionamiento de una empresa que aquel que dirige parte o toda la operación. Esta idea parte de considerar la importancia a nivel de individuo y no a nivel de la función. Históricamente las huelgas que tienen mayor impacto en las sociedades han sido las de los trabajadores de menor ingreso dentro de la cadena. Las de los recogedores de basura, las enfermeras y los choferes tienden a mostrar resultados insostenibles en pocos días mostrando que estos oficios son indispensables para que una economía funcione. Una sociedad puede seguir andando por un tiempo sin alcaldes, sin ministros incluso sin presidente; cojeando, pero avanza, sin empleados o sin obreros simplemente muere; lo mismo sucede con una empresa. Es importante entender esto porque durante esta nueva etapa las consecuencias de la emergencia sanitaria van a sentirse en la base trabajadora que está más expuesta a los contagios y si esta base llega a reducirse a un punto crítico, toda la estructura empresarial colapsa.

Entender los protocolos como un costo. Es evidente que mientras más grave el problema, más cara la solución y esta pandemia ha sido un problema sin precedentes. Al mismo tiempo la mayoría de científicos concuerdan que este evento no puede prolongarse indefinidamente, se terminará ya sea porque se logró producir una vacuna, se encontró una cura o porque el Covid 19 se volvió una enfermedad endémica y controlable. El gasto de adecuar no sólo la infraestructura sino todos los procesos empresariales, nunca va a tener sentido desde el punto de vista contable; no sólo puede eliminar por completo la utilidad, sino incluso transformarse en pérdida. El tema es que este costo de adecuación debe verse como una inversión, una inversión necesaria para sobrevivir a la crisis, y como cualquier otra inversión o inyección de capital el retorno no necesariamente va a ser a corto plazo.

Existe evidencia para pensar que esta inversión está proporcionalmente relacionada con el potencial de la empresa para una recuperación más rápida, en pandemias pasadas, las sociedades que tendieron a tomar las medidas más drásticas y costosas tuvieron resultados económicos ampliamente mejores a mediano y largo plazo a nivel de salarios, empleo y crecimiento empresarial.

Creer que la reducción de las obligaciones en el ámbito de seguridad y salud laboral es una victoria para el sector privado. Estamos ante una situación sin precedentes en donde la probabilidad de que ocurra un contagio es mucho más alta que la posibilidad de incumplir la norma que lo intenta prevenir. Habiendo estado acostumbrados a situaciones opuestas relacionadas a riesgos laborales o riesgos de seguridad donde era usual tenerle más miedo a una fiscalización por incumplimiento que al mismo accidente. En este caso la probabilidad se invierte y por amplio margen.

Por otro lado, es importante reconocer que el gobierno no ha retirado las exigencias de bioseguridad, sólo las ha reemplazado por unas obligaciones imprecisas referidas al resultado. Únicamente el 40% de las obligaciones en las normas sectoriales obliga a medidas concretas, el otro 60% deja a criterio de la empresa la propuesta de solución. Esto supone una enorme responsabilidad para la empresa y para el equipo responsable del protocolo, porque para verificar el cumplimiento de las normas se toma como único parámetro el número de contagios.

Confundir el objetivo de proteger a los trabajadores con proteger los puestos de trabajo. El proteger a un trabajador solamente en el ambiente laboral o dentro del horario laboral sin preocuparse de cuál es su exposición ante el virus en todo momento no sólo no es compatible con una política de evaluación por resultados, sino que supone la pérdida de la inversión de todas las medidas implementadas ante un eventual contagio.

La idea de que es imposible probar que un contagio se generó dentro de la empresa o en el horario de trabajo no es una situación que juega a favor del empresario sino todo lo contrario. En una coyuntura donde el estado no tiene ni cercanamente el número de expertos necesarios para verificar la eficiencia de un protocolo, es muy probable que los fiscalizadores municipales terminen encargados de esta función y determinen el cumplimiento de una empresa por el número de contagios entre sus trabajadores. En este escenario, el resultado ante un brote se va a traducir en una multa y una probable clausura de la empresa.

Creer que la elaboración de protocolos es una tarea sencilla. No sólo no es una tarea sencilla, sino que es muy compleja. A nivel mundial ninguna organización o empresa ha podido efectivamente desarrollar un estándar que garantice un nivel de riesgo aceptable dentro de una empresa. Muchas instituciones como OSHA, que en ocasiones pasadas han servido de referente en materia de seguridad y salud laboral a nivel mundial, ni siquiera se han arriesgado a intentar desarrollar un estándar técnico y se han limitado a publicar recomendaciones.

El contar internamente con un equipo capacitado para lograr una tarea de esta magnitud no es una realidad para ninguna empresa. Es indispensable que las empresas cuenten con la ayuda de profesionales familiarizados con análisis de riesgos laborales y estándares en seguridad como pueden ser los estudios de ingeniería en seguridad, medioambiente o control de alimentos.

Creer que hacer un protocolo es sólo proponer medidas. Para que un protocolo sea efectivo es indispensable que cumpla como mínimo con 4 etapas en su desarrollo. La primera sin excepción es la evaluación del riesgo. Es en esta fase cuando se determina cual es la probabilidad de que un evento (contagio) suceda y donde es más o menos probable que ocurra. Frecuentemente se olvida esta fase porque generalmente existe un estándar o un reglamento técnico, pero nos olvidamos que esta evaluación se hizo como parte del desarrollo de este documento. En el caso del Covid 19 esto aún no ha sucedido y queda como tarea para cada empresa el hacerlo. Luego de esta etapa recién se puede pasar a la segunda que consiste en proponer las medidas, el acondicionamiento material es la tercera y finalmente la capacitación del personal la cuarta.

En resumen, los protocolos solo pueden funcionar cuando han sido desarrollados siguiendo una metodología de trabajo igual o similar a la que acabamos de explicar y siempre que cada empresa haya elaborado un protocolo diseñado a medida. El protocolo debe contemplar soluciones a los riesgos propios del lugar de trabajo y debe haberse priorizado resolver las situaciones más críticas, ya que no es posible atacar en todos los frentes por el alto costo que supone.

*CEO de BioCon – Experto en Normas Técnicas de Seguridad